El valor de una marca es la apreciación emocional y subjetiva que las personas atribuyen al valor de una experiencia, la calidad del servicio ofrecido y las expectativas que tenían sobre las empresas que están detrás de esa marca.
Esta apreciación engloba la suma de las cosas que hacemos y la manera en que nos relacionamos con ellas. El valor que atribuimos a una marca es abstracto, pero nos sirve para constatar una realidad y el valor de la experiencia que nos ofrecen. El nombre y el logo no bastan para crear una identidad, es necesario incorporar el valor que atribuimos a la experiencia que los acompaña.
Partamos de una consideración común: el 85% del valor de una marca, entendida como un ente con personalidad propia, es el conjunto de intangibles que se van definiendo con los impactos emocionales que provoca en su público objetivo. La tecnología, hoy, es el principal vehículo para generar ese efecto emocional. Técnicas como los asistentes virtuales, en forma de interfaces de voz, chatbots con personalidad propia, hologramas, aplicaciones con motores de inteligencia artificial, blockchain o realidad virtual, pertenecen a la transformación digital en la que estamos inmersos y crean experiencias que transmiten una serie de atributos de la marca, que deben estar alineados con su visión y misión.
Pongamos como ejemplo la sensación de libertad que podría proporcionar una experiencia de realidad aumentada, o la emoción y sofisticación vanguardista que provocaría conocer que un servicio está respaldado por tecnología blockchain. ¿Es realmente eso lo que perciben los usuarios en sus interacciones? ¿Cómo saber si la tecnología que implementamos genera emociones vinculadas con el valor de nuestra marca?
En en este artículo profundizamos sobre estas cuestiones, explicando cómo alinear "lo que tú quieres ser", la propuesta de valor real y "el valor atribuido a lo que ofreces".